19 jul 2011

UNA REFLEXIÓN

-       El derecho a la esperanza

Los psicólogos hablamos, a veces, de derechos “asertivos” para referirnos a aquellos derechos humanos básicos que todos tenemos en relación con las demás personas y que, en ocasiones, no sabemos defender o respetar adecuadamente debido a creencias que nos han inculcado en nuestra familia y/o en nuestro entorno cultural. Cada derecho va acompañado de una responsabilidad, sin la cual podría fácilmente convertirse en algo abusivo. A título de ejemplo, cito algunos de ellos:

-      El derecho a ser tratados/as con dignidad y respeto (junto con la responsabilidad de tratar a los demás con la misma dignidad y respeto que deseo de ellos)

-      El derecho a expresar nuestros propios sentimientos y opiniones (junto con la responsabilidad de expresar esos sentimientos y opiniones de un modo que no ofenda o humille a los demás)

-      El derecho a ser escuchados/as y tomados/as en serio (junto con la responsabilidad de escuchar a los demás y tomarlos en serio)

-      El derecho a cometer errores (junto con la responsabilidad de aceptar las consecuencias de estos errores)

-      El derecho a decidir qué es mejor para nosotros/as (junto con la responsabilidad de permitir a los demás que decidan qué es mejor para ellos)

Pues bien, desde aquí quisiera reivindicar también otro derecho que me parece importantísimo: el derecho a la esperanza, a sentir que de alguna manera con nuestro esfuerzo podemos acceder a unas mínimas cuotas de bienestar personal y social, que tenemos algún tipo de control sobre las circunstancias por adversas que sean. Ese derecho puede sostenernos aunque los demás nos hayan sido arrebatados, pero si éste también falla ¿qué nos queda? Y ese derecho debe ser alentado desde dentro, desde nuestro propio interior, es cierto. Pero también desde el exterior, desde las instituciones sociales, grupos y personas que se suponen comprometidas con los derechos humanos, con la libertad, con la justicia, con la ¿fraternidad? Decía Nietzche (y nos recordaba Viktor Frankl) “quien tiene algo por qué vivir es capaz de soportar cualquier cómo” pero ¿qué sucede con quién no tiene (o siente que no tiene) algo por lo que vivir, por lo que luchar?, ¿con quién cree que por más que haga no conseguirá nada? La indefensión puede ser aprendida, pero también puede ser real, desgraciadamente. Y aunque nadie puede impedir que la primavera vuelva a resurgir, no por ello podemos ni debemos permitir que las flores, nuestras flores más bellas y delicadas, sean sistemáticamente pisoteadas por un mundo de “brutos”, de “triunfadores” insensibles e insaciables. O, al menos, eso creo. O, al menos, en esos valores he sido educado.

Desde aquí, pues, quisiera hacer un llamamiento colectivo a todas las personas para alentar esa esperanza, para defenderla, para luchar para que no se apague, desde todos los frentes posibles, desde el granito de arena que cada uno de nosotros pueda aportar. Puede ser sólo un pequeño gesto hacia una persona o hacia una causa en la que creas. Tal vez a nivel planetario no significará mucho, pero puede ser muy importante en una escala más pequeña. ¿Recordáis aquello del “efecto mariposa”?

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